“Caprichos”

Caprichos by Yamil Saunders is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 2.5 Argentina License.

Tras el capricho de permanecer aislado y caducar la felicidad en un beso.

En tanto las cosas simples signifiquen deshacer el tiempo en superfluo abrazo.

Trazando líneas verticales en el destino de un acto, para convertir en cuesta arriba el deseo; permanecer delante del habla que traiciona y transversa el pasado a futuro, y nos confunde el presente.

Mientras los modelos audaces y culmines en miradas acontecidas de antemano en malos momentos, conllevan el milagro inexistente de catástrofe audaz, conducida por el impresionante poder de la persuasión innata que se destaca por su modo de ver las cosas al buen estilo del otro, nosotros conducimos al inventario de un subconsciente que se destaca por su modo de ver las formas y evitar que nosotros las veamos.

A eso podemos llamar: “traición astuta”.

Ese es el modo en que el subconsciente actúa sin permitirnos ver que, mientras las cosas suceden delante nuestro, en tanto no las vemos, aunque deberíamos, nos apercibimos de tantos miedos como nos sea posible, sin darnos si quiera el momento de una defensa.

Si es que hoy me deslumbro, aunque mis ojos no me dejen ver la luz.

Acaso hoy, tal vez sea el momento del sol en frío, que no deja de congelar actitudes.

Tal vez mañana despierte, y una venda aparezca en el techo, mientras mirábamos eso que llamamos “Desatención”.

Y es que hoy, ya, puedo ver que mis ojos nunca estuvieron tapados, y mis manos nunca estuvieron atadas, y mi boca nunca ceso su mueca de poeta deslumbrado, acompañada con la desnudez de mis dientes mostrando a todos la felicidad que percibo. Hoy sé que no perdí mi modo de ver las cosas, y nunca lo recupere. Pero puedo aceptar que no soy infeliz, y las cosas en sus momentos no se pueden detener.

Hoy puedo decir que mis pies no se desataron. Y es que vos lograste nunca sujetarlos.

Ayer pise mi suelo en gotas de agua, y estas arañaban la penumbra de mis parpados que, cansados ya de esperar, se cerraron, mientras los acontecimientos sucedían sin cesar delante de un momento acostumbrado al fracaso desalentador de intentar agazapar el infierno en ese suelo mojado, logrando no se apague, logrando no se apegue a ese instante desagradable.

Pues si el infierno soporta el gotear del cielo, pero mis parpados no soportaron el acostumbramiento al fracaso, entonces puedo decir que de nada sirve desalentarse. Tengo en cuenta hoy, que si puedo agazapar el infierno en el garuar del Edén, entonces puedo saber que estén donde estén, en la gloria o en el paraíso, siempre podré contra cualquier obstáculo.

“Hoy deduje que las desesperanzas marchitas, son mi pasado caminando sobre mis huellas manchadas de intentos…”

Yamil.